CAMBIHENARES
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14-03-17

Después de 60 años de la firma del Tratado de Roma, Europa es un barco a la deriva sin un proyecto de destino común para todos los europeos.

En pleno siglo XXI, los pueblos europeos seguimos actuando política e ideológicamente como vecinos mál avenidos. En el pasado histórico, Europa solo ha estado “unida” por la fuerza de las armas: primero bajo las legiones romanas, después Carlomagno, más tarde el emperador Carlos V, Napoleón y finalmente Hitler.

Los pueblos europeos tenemos un pasado histórico de convivencia basado en el enfrentamiento continuado, por imponer siempre las voluntades de unos a otros. Hemos sido incapaces de aunar las diferentes sensibilidades ideológicas y sociales de derecha e izquierda en construir proyectos comunes. Europa, hoy, se parece en muchos aspectos a una comunidad de vecinos donde todos aspiran a hacer valer su voz y su voto, menospreciando las opiniones de los demás, incapaces de reconocer puntos en común que ayuden a la prosperidad de la comunidad.

En esto, los norteamericanos, son un referente político de primer nivel. En poco tiempo, han sabido arrinconar aquello potencialmente desestabilizador y aunar las diferencias ideológicas de derechas e izquierdas en dos grandes partidos, bajo un ideario nacional común, una bandera común, un ejército, una única cámara de representantes, … y un destino común como nación aglutinadora de “gentes diversas”.

Europa, por el contrario, es hoy un barco sin rumbo. Los políticos europeos idearon una moneda común orientada a facilitar las transacciones económicas dentro y fuera de la UE, pero han sido incapaces de acordar un objetivo, un destino social común para el conjunto de los pueblos europeos. No son más que “mercachifles”, bufones y buhoneros, vendedores de humo y, siempre, unos vividores a cuenta del esfuerzo diario de millones de personas.

Es lamentable comprobar que el “y tú más” siga imperando en la política europea, dando alas a los extremismos de un signo y de otro. Algo así como ese eslogan que vemos en algunos vehículos que reza, “Dios te de a tí más que lo que nos deseas a nosotros”. Política barrio-bajera, de muy bajo nivel, sin un liderazgo fuerte y decidido.

Los políticos europeos se pasan el día discutiendo sobre el “sexo de los ángeles”, sobre cuestiones que no trascienden a la amplia mayoría de los europeos de a pie. La lejanía de Bruselas no es solo geográfica sino también de índole institucional. No sabemos para qué sirve el parlamento europeo. No sabemos qué asuntos se tratan en ese espacio político. Nuestro día a día informativo se circunscribe al ámbito doméstico.

Y esto es así, porque el trabajo, las leyes, los impuestos, la cesta de la compra, el precio de la gasolina ... Es decir, nuestras preocupaciones diarias se “gestionan” en eso que vulgarmente llamamos “soberanía nacional”. Malamente se podrá construir una Europa Unida mientras la “soberanía nacional” prevalezca frente a lo que debería ser la “soberanía europea”.

Después de 60 años de la fundación de la Comunidad Europea en Roma, hoy es el día en que nos estamos planteando una Europa de dos velocidades e incluso la posibilidad de “echar marcha atrás”. Esta forma de pensar sólo prueba la indefinición del proyecto europeo y la debilidad de nuestros representantes políticos.

Ante el reto del “Brexit” no sabemos qué hacer. Los británicos nos han pillado con el paso cambiado. No hay nadie en el continente europeo que “echándole un par” se atreva simplemente a señalar el camino a seguir, caiga quien caiga, pero con la voluntad firme de avanzar en una dirección concreta y con un ideario común: una Constitución Europea para todos los europeos.

Lamentablemente no es así. Por ello, el barco europeo va a la deriva y parece que solo esperamos el advenimiento de la “tormenta perfecta” que lo hunda definitivamente, para regresar a lo que siempre hemos sido: un conjunto de tribus mal avenidas.


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