COCHES ELÉCTRICOS = +CO2
En 2017 las emisiones de CO2 en España aumentaron un 1,6% debido a la sequía y, por ello, a la menor producción eléctrica de energías renovables (hidráulica y eólica). España es un país donde la “pertinaz sequía” se instala regularmente y con los efectos del cambio climático serian más intensas y más frecuentes.
La producción de electricidad en España en 2107 respondió a las cifras siguientes: carbón (16%), ciclos combinados de gas (14%), renovables hidrálica+eólica (32%), nuclear (38%). En España hay operativas 7 centrales nucleares: Almaraz (2), Ascó (2), Trillo, Cofrentes y Vandellós, que constituyen una base firme y estable de producción eléctrica, ya que apenas representan el 7% de la potencia instalada pero producen más del 30% de la electricidad en España.
Las emisiones de NOx producidas en los vehículos diesel son de las más nocivas para el ser humano y se deben principalmente a la combustión a elevadas temperaturas. Y si bien se ha señalado al diésel como principal responsable, la realidad es que el principal causante es la inyección directa en los motores modernos, tanto de gasolina como diésel. El NOx es un problema serio y grave, pero localizado. Es importante en concentraciones urbanas, mientras que el incremento del CO2 es un problema de todos. Sin embargo, la realidad es que el diésel es el tipo de motor que menos CO2 emite. Por lo tanto, si se venden más coches de gasolina e híbridos con motor de gasolina, los fabricantes no van a poder alcanzar la media de CO2 establecida por la Unión Europea. Esto sin mencionar que no contamina lo mismo un vehículo diésel del año 2000 que uno de 2018.
De ahí el auge que está tomando el vehículo eléctrico. No obstante, el vehículo eléctrico presenta limitaciones técnicas claras: poca autonomía, pocos puntos de recarga, largos tiempos de recarga, limitaciones en los materiales de las baterías y un mayor consumo de electricidad.
En concreto, en España, la mayor implantación del vehículo eléctrico traerá consigo un aumento en las emisiones de CO2, gas de efecto invernadero, máxime en un momento en el que nos estamos planteando el cierre de las “nucleares”. Es decir, tendríamos que reemplazar más de 50.000 Gwh nucleares por fuentes alternativas NO CONTAMINANTES. No nos podremos plantear construir más embalses por lo que la producción hidráulica queda determinada por el régimen de lluvias anual. Y la producción eólica se podría aumentar instalando, principalmente, molinos de viento “offshore”, es decir, en el mar, lejos de las costas y playas. Pero no dejaría de ser un plan limitado en potencia instalada y en determinados puntos geográficos.
Esto supondría pasar a un modelo energético nacional muy dependiente de producción basado esencialmente en el gas (viaje de Rajoy a Argelia?) y el carbón, ya que la aportación renovable siempre va a ser un variable inestable, difícil de predecir y, por ello, de gestionar. Y como no cumpliremos con los objetivos de la UE en materia de emisiones de CO2, nos impondrán multas y otras lindezas. Por cierto, no me imagino a todos nosotros “enchufando” el coche a la red eléctrica al mismo tiempo cuando volvemos del trabajo. ¿No “saltarán los plomos” del sistema eléctrico?.
Hay quien pueda pensar que la alternativa serían los vehículos a gas (GNC o GLC), pero lo cierto es que estos vehículos también tienen sus limitaciones técnicas (menor potencia y mayor consumo) y además emiten metano a la atmósfera, otro gas de efecto invernadero, de menor vida que el CO2, pero más potente y a tener en cuenta si una buena parte del parque automovilístico se “gasifica”.
Además, es difícil pensar que el transporte de viajeros (autobuses) y de mercancías (camiones) se termine electrificando. En este sector, el gas puede ser una opción pero también lo serían catalizadores diésel que funcionen a bajas temperaturas, y que sólo liberarían nitrógeno y agua a la atmósfera. Por cierto, ¿por qué se siguen comercializando vehículos diésel en 2018 si no podremos circular con ellos en las grandes ciudades? Cri, cri, cri...
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